No se preguntaba que se iba a comer simplemente se no se comía. La comida había quedado totalmente eliminada de mi vida. Mi cuerpo se deshizo de todo alimento y pronto mi único nutriente era el aire.
Al principio costaba. El hambre me mataba y mi mente quería ceder. Pero mi objetivo era claro y lo tenía totalmente hincado en mí.
La consumición iba de a poco. Primero las calorías, después la grasa y, por último los mismo órganos.
Las calorías se iban gastando y no había repuesto. Es una simple cuenta matemática; salía más de lo que entraba.
Sentía como cada una de mis últimas calorías se consumían con cada movimiento que hacía.
Atrás quedaba mi fuerza, mi energía, pero aún así me las arreglaba.
Sabía que entonces mi cuerpo empezaba a quemar otra cosa. La grasa. La odiada grasa. La indeseable y repugnante grasa.
Yo no era una súper obesa ni tenía tanta grasa para derrochar; pero tampoco tenía algo que usar para que mi cuerpo funcione, nada de alimentos o nutrientes.
Las caminatas por Hedington o simplemente el hecho de estar viva, de respirar utilizaba la grasa, la quemaba.
De a poco, con los días, mis brazos, mis piernas, mi espalda dieron lugar a unos filosos huesos.
Entonces aparecieron el esternón, las costillas, la columna vertebral con todas sus vértebras perfectamente marcadas, la clavícula y los demás huesos.
Mis hombros parecían filosas puntas de flecha. Parecía como si la piel se fuese a rasgar.
La piel era una pequeña y delicada capa ahora. Fina y pálida.
No tenía idea como pero sabía que aunque estuviera quieta seguía gastando energía, pero ¿de dónde?
La grasa había sido eliminada, el segundo nivel estaba completo.
Pasaba mi mano por mi panza y disfrutaba el duro roce de los huesos. Cuando me acostaba en la cama a leer las revistas de chusmerío de Hollywood, me encantaba ver a las chicas súper flacas, talle zero y saber que bajo mi vestido en la zona de mi cadera se erguían los huesos de la cadera dejando una zona de hundimiento donde una vez estuvo mi panza.
Tal vez, de ahí en más, si me hubiera quedado mirando el techo hubiese pasado, pero no, yo seguí viviendo, moviéndome, respirando sin ninguna fuente de energía. Entones mi cuerpo comenzó a comerse mis órganos. Si, así pasó, literalmente.
La consumición iba de a poco. Primero las calorías, después la grasa y, por último los mismo órganos.
Las calorías se iban gastando y no había repuesto. Es una simple cuenta matemática; salía más de lo que entraba.
Sentía como cada una de mis últimas calorías se consumían con cada movimiento que hacía.
Atrás quedaba mi fuerza, mi energía, pero aún así me las arreglaba.
Sabía que entonces mi cuerpo empezaba a quemar otra cosa. La grasa. La odiada grasa. La indeseable y repugnante grasa.
Yo no era una súper obesa ni tenía tanta grasa para derrochar; pero tampoco tenía algo que usar para que mi cuerpo funcione, nada de alimentos o nutrientes.
Las caminatas por Hedington o simplemente el hecho de estar viva, de respirar utilizaba la grasa, la quemaba.
De a poco, con los días, mis brazos, mis piernas, mi espalda dieron lugar a unos filosos huesos.
Entonces aparecieron el esternón, las costillas, la columna vertebral con todas sus vértebras perfectamente marcadas, la clavícula y los demás huesos.
Mis hombros parecían filosas puntas de flecha. Parecía como si la piel se fuese a rasgar.
La piel era una pequeña y delicada capa ahora. Fina y pálida.
No tenía idea como pero sabía que aunque estuviera quieta seguía gastando energía, pero ¿de dónde?
La grasa había sido eliminada, el segundo nivel estaba completo.
Pasaba mi mano por mi panza y disfrutaba el duro roce de los huesos. Cuando me acostaba en la cama a leer las revistas de chusmerío de Hollywood, me encantaba ver a las chicas súper flacas, talle zero y saber que bajo mi vestido en la zona de mi cadera se erguían los huesos de la cadera dejando una zona de hundimiento donde una vez estuvo mi panza.
Tal vez, de ahí en más, si me hubiera quedado mirando el techo hubiese pasado, pero no, yo seguí viviendo, moviéndome, respirando sin ninguna fuente de energía. Entones mi cuerpo comenzó a comerse mis órganos. Si, así pasó, literalmente.
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